21 junio, 2011

MAG approach: Las políticas de cambio climático para las próximas décadas

La estrategia de lucha contra el cambio climático para las próximas décadas responderá al enfoque MAG, es decir, será un mix de políticas de mitigación, de adaptación y de geo-ingeniería. Como es sabido, las políticas de mitigación proponen la aplicación de instrumentos para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI). En la actualidad, la mitigación se orienta a conseguir el objetivo de control fijado por el Panel Internacional de Cambio Climático (IPCC): un aumento máximo de 2º C respecto a la época preindustrial. Las políticas de adaptación, por su parte, tratan de contrarrestar los principales efectos negativos producidos por el cambio climático en todo tipo de zonas, actividades e instalaciones, desde los espacios costeros, a las cosechas, pasando por la obra pública, los servicios, los tipos de cultivos, las viviendas, las instalaciones o los movimientos migratorios a la búsqueda de territorios ambientalmente más amigables.
Es posible, sin embargo, que esta combinación de mitigación y adaptación no sea suficiente para hacer frente a todos los riesgos climáticos. No lo es, desde luego, en caso de catástrofes climáticas sobrevenidas, que necesitan protección y respuesta rápida. Pero
tampoco aseguran una estrategia intensa y permanente de reducción en las concentraciones crecientes de carbono, mantenidas en niveles asumibles, pero elevados, siempre por encima de los alcanzados a finales del pasado siglo. Estas dos carencias son las que tratan de cubrir las tecnologías agrupadas bajo el paraguas de la geo-ingeniería.
La geo-ingeniería, por tanto, pretende dos objetivos: por un lado, asegurar la protección de la atmósfera frente a catástrofes climáticas no previstas; por otro, reducir los niveles históricos de dióxido de carbono existentes por medio de tecnologías de captura y almacenaje .
Al objetivo de protección se dedican las tecnologías denominadas SRM (solar radiactive management). En general, buscan las condiciones atmosféricas para proteger a la Tierra de un exceso de radiación solar, a base de crear escudos (espejos espaciales, nubes reflectantes, etc.) que puedan actuar ante situaciones de extrema urgencia climática. En su actual nivel de desarrollo, las tecnologías SRM arrastran riesgos importantes (sequías, acidificación) y probablemente efectos colaterales no previstos. Además, su origen en la tecnología militar-espacial las hace poco accesibles y transparentes, lo que añade el riesgo de una posible “tiranía tecnológica”, con desequilibrios territoriales en las decisiones de uso y afectación. A pesar de esta desconfianza, las tecnologías SRM son hasta el momento la única herramienta de respuesta rápida para luchar contra posibles catástrofes climáticas.
Al objetivo de reducir la concentración de carbono acumulada en la atmósfera se aplican las tecnologías denominadas CDR (Carbon Dioxide Removal), CCS (Carbon Capture and Storage) y BECCS (Bio-Energy with Carbon Capure and Storage), que se diferencian en los agentes, químicos o físicos, que utilizan y en los procedimientos que aplican. Entre otras, podemos citar la manipulación o fertilización de los océanos, la denominada DAC (Direct Air Capture), que utiliza procedimientos químicos, la re-forestación, la captura en la generación de biomasa y biofuels, etc. Sobre sus progresos, riesgos y limitaciones trató el worshop internacional Modeling and Policy of CO2 Removal from the Atmosphere, organizado por el International Center for Climate Governance a finales del mes pasado en Venecia. (Pueden descargarse las presentaciones en http://www.iccgov.org/workshop_CO2-removal-from-the-atmosphere_papers-and -presentations.htm)
Algunas de las tecnologías CDR son objeto ya de explotación comercial, como es el caso de diversos sistemas de captura y almacenamiento de CO2 en plantas industriales. A nivel global, sin embargo, se encuentran en una fase inicial de desarrollo, a partir de experiencias piloto, todavía con un grado elevado de riesgo e incertidumbre. La fertilización de los océanos, por ejemplo, no ha superado todavía los efectos de acidificación que provoca; la biomasa no ha resuelto el problema que podría plantear un rápido incremento en su demanda y los negativos efectos de rebote que ello tendría en las emisiones de CO2 causadas por cultivos y transporte, así como en el uso sostenible del agua y en la biodiversidad; las tecnologías químicas DAC trabajan actualmente en proyectos piloto con un coste económico muy elevado que hace imposible su viabilidad comercial a medio plazo.
Sin embargo, al ser de desarrollo lento, las tecnologías de captura de CO2 generan más confianza y apoyo internacional. De hecho, se cree que podrán jugar un papel relevante en la definición de las estrategias y acuerdos climáticos del futuro, a partir de la propia cumbre de Durban de este año, puesto que es más difícil con ellas pretender la generación de ventajas locales en la gestión de los fenómenos climáticos. Las condiciones para que ello sea así parecen claras: primero, integración en el marco internacional de negociación sobre el clima; segundo, garantía de plena accesibilidad del conocimiento añadido en el ámbito del dominio público; y tercero, compromiso para definir un modelo global de fomento de la I+D para las próximas décadas.
Este es el difícil campo de juego en el que hemos de movernos. De hecho, en la actualidad la ciencia del clima nos envía un mensaje difícil, con incertidumbres y limitada comprensión de los fenómenos climáticos. Es necesario que seamos muy conscientes de estas limitaciones. Pero ese camino lleno de obstáculos ha sido siempre la antesala de los grandes progresos de nuestra civilización. Por eso, debiéramos poner nuestros esfuerzos en explicar los riesgos del cambio climático, antes que nuestras limitaciones y desacuerdos científicos. Como hizo el Informe de la Royal Society de 2009 que, después de detallar los riesgos e incertidumbres de la Geo-ingeniería, recomendó vivamente extender su investigación porque los riesgos del cambio climático son mucho mayores.

1 comentario:

  1. Alberto, muy buena entrada. Pero yo personalmente creo que hay que ser mucho más cauto todavía con la geoingeniería (la dura, no la captura y secuestro de carbono). Tal como muy bien decía Barrett en su estupendo paper, The incredible economics of geoingeering (Environ Resource Econ (2008) 39:45–54), la geoingeniería tiene a su vez muchos riesgos, incluso más que los del cambio climático...

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