28 marzo, 2012

Por qué y cómo promover la eficiencia energética en los edificios

Hace unas semanas Ana Ramos hablaba en una entrada de este blog del papel de las ESCOs para la promoción de la eficiencia energética y yo la comentaba señalando el importante papel de estas instituciones en el ámbito de los edificios y anunciaba la próxima publicación de un documento de trabajo que trataría esta cuestión. Un lector anónimo nos hizo llegar entonces un comentario sobre la supuesta falta de actualidad de este tema en nuestro país. Espero que con esta entrada, con motivo de la publicación de un documento de trabajo le haga cambiar de opinión. 
El documento de trabajo, escrito conjuntamente con Ana, Alberto Gago y Michael Hanemann, es un capítulo del libro Handbook on Energy and Climate Change que coordinó Roger Fouquet y será publicado por Edward Elgar a lo largo de este año. Roger se propuso hacer un libro que contase nuevas ideas y opciones para abordar los problemas energéticos y climáticos, a la altura de los inmensos desafíos a que se enfrenta la Economía en este campo. Para ello cuenta con aportaciones de gente muy conocida de nuestro campo, muchos ya citados en este blog: James Hamilton, Knut Rosendahl, Richard Schmalensee, Nick Johnstone, Catherine Wolfram, Ian Parry o Richard Tol, entre otros. Por los temas que trata creo que el libro tendrá mucho interés, así que ya haremos una entrada cuando salga.
Volviendo al documento de trabajo, nuestra idea fue tratar de responder a varias preguntas que parten de un hecho: la importancia de los edificios para entender los crecientes consumos energéticos y las emisiones asociadas (lo que se acentuará con la pujanza de las economías emergentes y los fuertes desarrollos urbanos y edificatorios que se esperan en esas sociedades). ¿Por qué no se consigue una mayor eficiencia en este sector? Pues básicamente porque a los habituales y conocidos problemas a que se enfrenta la adopción de medidas de eficiencia energética en cualquier sector se unen algunas características especiales: grandes cantidades de capital, información incompleta, incentivos separados, etc. Y el problema es que los instrumentos habituales que pueden aplicarse para solucionar esos problemas, tal y como contamos Pedro y yo en un documento de trabajo de hace casi un par de años no suelen ser efectivos cuando se aplican de forma aislada. Otra cuestión que nos interesó bastante en el trabajo, que por supuesto animo a leer porque no tengo espacio para entrar en detalle, es la relevancia de este problema y sus soluciones desde el punto de vista de la equidad.
Pues bien, en el documento de trabajo abogamos por la aplicación de un paquete de instrumentos que incluye muchos de los ya conocidos en este ámbito, pero agrega un nuevo impuesto del que hablaré al final. La clave es conseguir una combinación instrumental que permita abordar las múltiples barreras y fallos de mercado que coexisten en este sector, evitando interacciones negativas. Para ello, como se observa en el siguiente gráfico, proponemos el uso de estándares de edificación flexibles, sistemas de certificación energética (información) obligatorios que sirvan como base de un impuesto sobre ineficiencia energética que, junto a otras fuentes de ingresos, dote a un fondo de eficiencia energética (acceso a capital). Es aquí donde las empresas de servicios energéticos han de jugar un papel importante para facilitar la adopción de la eficiencia energética en el sector comercial y residencial, con el uso de contratos asociados a ciertos cumplimientos y smart metering.


Creemos que este esquema mejora las (escasas) aplicaciones sistémicas aplicadas (o a punto) hasta el momento, como el sistema del estado americano de Vermont o el Green Deal británico. Consideramos, además, que su introducción no debería generar demasiados costes ni dificultades. Un ejemplo lo suministra el instrumento fiscal que nos hemos inventado: un impuesto que grave de forma recurrente a aquellos edificios con baja certificación energética y que sería muy viable para las administraciones locales, por ejemplo. Esto es así porque utiliza como base un sistema de certificación energética obligatoria y la superficie edificada (ya empleada en muchos otros tributos locales).

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