30 octubre, 2013

El futuro de la utility

El pasado viernes 27 de septiembre tuvimos una reunión del grupo Diálogos de Energía y Sostenibilidad, en la que Ignacio Pérez Arriaga hizo una presentación muy interesante sobre el trabajo que se está desarrollando en IIT, MIT y FSR sobre el futuro de la utility, y posteriormente se abrió un debate entre los expertos del grupo. El resumen de la discusión está aquí, pero dado el evidente interés del asunto me gustaría subrayar aquellos elementos que, al menos en mi opinión, resultan más interesantes.

Este es un tema de gran actualidad, como demuestra un extenso artículo reciente de The Economist, y que muestra la preocupación por un cambio como el que está teniendo lugar en el sector eléctrico. Sin embargo, The Economist pone el énfasis en la irrupción de las renovables y la consecuente pérdida de ingresos de los productores convencionales (con sus consecuencias sobre fondos de inversión), la menor capacidad de inversión de las utilities, y la (según ellos) menor fiabilidad de la red. Otro ejemplo, mejor centrado, aunque también con un tinte pesimista o de amenaza para las "utilities" tradicionales, es este documento del Edison Electric Institute en el que se habla de los "retos disruptivos" para el sector.
El debate del otro día no fue tan negativo, sino más constructivo, en mi opinión, y además contempló un concepto más amplio de utility, que incluye las redes de distribución y el tramo minorista, que también se van a ver muy afectados por el cambio de paradigma (revolución, según unos, evolución, según otros) que espera al sector eléctrico en los próximos años.
A mi modo de ver, el elemento fundamental de esta evolución/revolución, y que como decía no aparece en el artículo de The Economist, es el cambio de papel de consumidores y generadores. Tradicionalmente, los generadores han sido los jugadores clave en el sector eléctrico, y de hecho muchas veces se identifica al sector con la generación (así hacen los de The Economist). Pero, cada vez más, los consumidores están asumiendo un papel activo: tanto en la forma de gestionar su demanda, como produciendo su propia electricidad. Y esto a su vez puede tener consecuencias muy importantes, que, si se materializan, cambiarán el terreno de juego.
La primera tiene que ver con los modelos de negocio. Un escenario como el que se plantea abre la posibilidad de generar modelos de negocio innovadores, en los que puede cambiar la relación entre cliente y suministrador, la estructura de tarifas, los sistemas de pago, etc. Y esto abre la puerta a otros agentes que puedan aprovechar la oportunidad para desplazar a los operadores habituales (con sus consecuencias sobre la recuperación de sus costes), especialmente si consideramos la tradicional desconfianza que existe entre los consumidores con respecto a las "eléctricas" tradicionales. Aquí hay bastante que aprender del negocio de la telefonía móvil (equiparable a la generación distribuida) frente a la fija, o de los modelos de negocio que se están implantando para dar acceso a la electricidad en países en desarrollo.
La segunda consecuencia afecta a las redes: tradicionalmente unidireccionales (en los sistemas radiales), las redes se utilizarán ahora en los dos sentidos, y además, se utilizarán de distinta forma: más inteligentes, pero con menores volúmenes circulando. Esto, claro, tiene importantes implicaciones sobre las inversiones necesarias, y también sobre cómo recuperar el coste de estas inversiones y de las ya realizadas. Incluso se podría considerar en que este cambio pudiera implicar una liberalización de parte de estas redes, algo que ahora no pasa por la cabeza de nadie (la distribución se considera siempre un monopolio que debe ser regulado).
Pero, para que realmente cambie el paradigma, hacen falta dos elementos fundamentales. Uno es la regulación, otro la tecnología. La regulación puede incentivar los nuevos desarrollos o bloquearlos. Así, puede haber agentes interesados en que se mantenga el "status quo", o también políticos que diseñen sistemas que desincentiven la innovación. La tecnología, por su parte, será necesaria para permitir algunos de los nuevos modelos. Los contadores inteligentes, las tecnologías de almacenamiento o de generación distribuida, tienen todavía un potencial grande de desarrollo que debe materializarse para sostener los cambios comentados anteriormente y permitir ese mayor papel del consumidor.
Como decía antes, los desarrollos tecnológicos vendrán determinados en parte por la regulación. Pero también puede ser que la tecnología adelante por la izquierda. ¿Qué pasaría por ejemplo si la solar fotovoltaica y el almacenamiento siguen bajando de coste, y los consumidores deciden desengancharse de las redes totalmente? ¿Quién paga las redes y el resto de costes fijos del sistema? ¿Qué regulación sería capaz de bloquear esto?
Por supuesto, hay otros aspectos que no he comentado, como el papel del gas (que es más barato de transportar que la electricidad), el del agua, etc., y que quedan para futuras entradas. En cualquier caso, a mí al menos me parece un tema apasionante.

ADD: Parece que incluso las utilities más tradicionales, como RWE, se están ya replanteando las cosas en esta línea.


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