05 diciembre, 2013

Estado del debate sobre la Paradoja de la Eficiencia Energética (I)

Dos de los investigadores más relevantes y activos en el campo de la eficiencia energética, Kenneth Gillingham y Karen Palmer, han conseguido resumir en un documento de trabajo de forma muy clara el estado del debate en torno a la Paradoja de la Eficiencia Energética, que es sintetizado en este post. En particular, los autores se centran en los siguientes aspectos que ellos identifican como los más relevantes: en primer lugar, una posible sobreestimación de la magnitud de esta paradoja; y en segundo lugar la dualidad de enfoques que existe a la hora de explicar las causas de esta paradoja. Estos enfoques se refieren por un lado a las barreras de mercado señaladas inicialmente por las teorías neoliberales; y por el otro a las anomalías y fallos de comportamiento, identificadas posteriormente por la economía del comportamiento.

Ya hemos hablado repetidas veces en este blog sobre la Paradoja de la Eficiencia Energética. Esta situación que afecta al mercado de la eficiencia energética ha sido identificado hace ya algunas décadas y hace referencia a la diferencia que existe entre el nivel óptimo de inversión resultante de aplicar la teoría económica neoliberal, y el nivel de inversión real que se observa. Los resultados de múltiples estudios apuntan a que esta diferencia se debe a que el factor de descuento que utiliza la teoría económica no coincide con el factor de descuento que aplican los consumidores a la hora de invertir en eficiencia energética, siendo este último mucho mayor de lo esperado, o del que aplican a otro tipo de productos o servicios similares. Esta situación significaría que los consumidores subestiman el valor de los ahorros energéticos futuros, lo que deriva en un nivel muy bajo de difusión de las innovaciones en estas tecnologías. Pero, ¿y si la magnitud de esta diferencia se está sobreestimando?
Existen algunas evidencias empíricas que contemplan la posibilidad de que los cálculos realizados no siempre sean correctos, ya que en algunas ocasiones estos cálculos no incluyen todos los factores que intervienen en la ecuación. A continuación se presentan las razones que originan tal afirmación:
  • Costes ocultos: son aquellos costes que por su naturaleza difusa generalmente no se tienen en cuenta a la hora de valorar las inversiones en eficiencia energética. Entre estos costes estaría el tiempo empleado para buscar e instalar nuevas tecnologías, o el coste de oportunidad que en ocasiones supone invertir en eficiencia energética. Un ejemplo de este último se produce cuando se compra un coche más eficiente y es probable que se tenga que renunciar a otros atributos deseables como pueden ser la potencia o el tamaño. En el caso de la vivienda, también habría que contabilizar las molestias derivadas de tener obras en la vivienda.
  • Heterogeneidad entre consumidores: hace referencia a la situación en que las elecciones que resultan óptimas para un consumidor representativo o medio desde el punto de vista de la teoría económica, no lo son para el resto de consumidores. Un ejemplo son aquellos consumidores que realizan un uso inferior al estándar de los productos o servicios energéticos considerados (coche, sistemas de climatización…), y para los que los periodos de recuperación de la inversión son mayores a los estimados. Estas situaciones, derivan por lo tanto, en un nivel inferior de inversión.
  • Incertidumbre e irreversibilidad de las inversiones: que pueden provocar que los consumidores decidan esperar a que las tecnologías sean más maduras o hayan adquirido una difusión mayor, para adquirirlas. Cuando mayor sea el coste de adquisición de las nuevas tecnologías, mayor será el efecto de la incertidumbre o la irreversibilidad.
  • Sobreestimación de los ahorros derivados de la eficiencia energética: que se pueden producir cuando los ingenieros calculan los ahorros esperados de un determinado producto o servicio. Esta sobrevaloración se producirá si no se tienen en cuenta las interacciones entre las diferentes tecnologías, o si se asume que la instalación y el mantenimiento de las tecnologías será el óptimo. Por ejemplo, los cálculos estimarán los ahorros derivados de un sistema de calefacción eficiente en base a un uso óptimo, sin embargo, puede darse el caso de que el consumidor no sea capaz de sacar el mismo provecho de esa tecnología. También puede suceder, que los cálculos se hagan en base a unas condiciones estándares, de temperatura por ejemplo. Sin embargo, es posible que los resultados aplicados en otro hábitat difieran.
  • Efectos rebote, que han sido recientemente analizados en este blog.


Dado que la intervención pública para promover la eficiencia energética está justificada mediante la existencia de esta paradoja, es fundamental tener un conocimiento preciso sobre todos sus aspectos, en particular el alcance del problema. Por ello, es determinante tener en cuenta los puntos citados hasta el momento a la hora de realizar cualquier evaluación de las medidas de eficiencia energética. El otro aspecto fundamental que recoge el estudio es la diversidad de explicaciones para tal situación, que a su vez determinará el tipo de políticas apropiadas para cada situación. Esta segunda parte será analizada en un post próximamente. 

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